sábado, 14 de junio de 2008

Intrometido

Qué fastidiosa puede llegar a resultar la gente a veces, sobre todo en un lugar público donde no puedes hacer ni decir nada,sólo evitar con la mirada al intruso infractor de tu comodidad.Escribo en el vagón del metro, un señor no me quita la vista de encima y mis escritos son timidamente violados por su sucia mirada.Me muestro inquieta a ver si así logra darse cuenta de su inadecuado comportamiento antisocial pero no se muestra arrepentido en lo más absoluto.Ha cerrado sus ojos,parece dormir.Lo observo y constato una gran cicatriz en la comisura izquierda de sus labios, paragua barato entre sus manos y su mal disimulada calvicie denota unos 60 años.Mi calvario se acaba por fin.Estación Santa Ana.debo descender del vagón.